El Impenetrable: en el nombre de Josefina y de Rupercia del paraje Sauzal
El Impenetrable: en el nombre de Josefina y
de Rupercia del paraje Sauzal
Josefina es una adolecente de 13 años de la etnia
wichi que vive en el paraje Sauzal, 24
km antes de llegar a la localidad de Sauzalito, de cuyo municipio depende. Cursaba embarazo adolescente insuficientemente
controlado. En realidad, se trataba de un embarazo no controlado. El 13 de
noviembre le efectuaron una cesárea para preservar la vida de la mamá y del
bebé. Así nació el varón de 3,240 kg. de 37 semanas, que permanece estable. Habrá que estudiar si el binomio madre/hijo
son diabéticos dado que forman parte de comunidades que viven en base a una
monodieta hidrocarbonada con eje en harinas, grasas y sus derivados. Estas
comunidades son farináceas, con tendencias a enfermar y morir prematuramente
por causas evitables o altamente evitables.
La joven indígena ingresó el 9 de noviembre pasado al
hospital de J.J. Castelli, derivada del puesto sanitario de Sauzal. Estaba acompañada por su hermana, también
adolescente. Le dieron el alta el
12 y volvió a ingresar a la mañana del
día siguiente. En agosto Josefina ya había sido atendida por primera vez en el hospital de J.J.
Castelli por sufrir dolores de parto.
La mamá adolescente y su
bebé cursaron riesgo de vida. Es que por
la edad (13) de la madre su organismo no estaba preparado para embarazarse y
parir. Por eso fue indispensable que le practicaran cesárea.
Sobrevivían
Josefina sobrevivía con su
hermana y con su novio (O.A.), también indígena de la etnia wichi de 14 años. Su madre murió, según testimonios orales, de
tuberculosis y desnutrición asociada a esa enfermedad. Sobre su padre son
escasos los datos recogidos, pero se presume que también falleció.
El servicio social estuvo oportunamente informado del caso, y después el Ministro de
Salud. La justicia penal tomó conocimiento del caso a través del ginecólogo que
intervino y la guardia del servicio de neonatología. Si se debe penalizar el caso con visión punitiva
(represiva), corresponde que actúe el Juzgado Multifuero de Nueva Pompeya,
dicho esto si nuevamente se desvía el debate hacia el abuso, como ocurrió con
el penoso caso de Rupercia, en el que murieron la mamá y el bebé y su pareja de
17 años está detenido, lo que refleja un combo
con resultado casi perfecto para
encubrir las responsabilidades de los funcionarios de gobierno que incurrieron en desatención y abandono
socio-sanitario de Rupercia.
Últimamente la nena Josefina no vivía en Sauzal. Al igual que otros
integrantes de la comunidad wichi se van por temporada y luego regresan, especialmente
los que no tienen techo. Se mueven por la zona “arrimándose” a los parientes y
viven por temporadas en los parajes no muy lejanos. Incluso, parte de la familia
de la adolescente cruzaba el río Teuco
con destino a La Banda, Formosa.
Por fin apareció
el Intendente
El 14 de noviembre el intendente
de Sauzalito, Alcides Pérez, por fin se acercó a la abandonada Delegación
municipal para conocer la realidad de la población de Sauzal. Conversó con los contratados
y empleados del Municipio. La visita coincidió con una asamblea
espontanea que celebraban los aborígenes. La doctora Mirian Saucedo, bastante desequilibrada, acusó severamente a los indígenas. Tuvo palabras duras e
impropias de una profesional hacia la comunidad indígena. Se vivieron momentos
de tensión.
El fatídico puesto sanitario de Sauzal
El puesto sanitario de
Sauzal es “puro cascaron”, según los testimonios recogidos en el lugar por el
Centro Mandela. La médica, Marian Saucedo, permanentemente está de licencia por
problemas de salud. Eso es lo que alega para no atender a la comunidad. Los
funcionarios de salud pública prometieron reemplazarla esta semana. Allí
trabajan un enfermero y tres o cuatro
agentes sanitarios, que naturalmente no pueden
asistir ni resolver las complejas y múltiples enfermedades de la comunidad del lugar. El Puesto no
cuenta con medicamentos, vacunas y elementos básicos para funcionar
aceptablemente.
La comunidad de Sauzal
En Sauzal viven
aproximadamente 200 familias. El 70 por ciento son indígenas wichi.
Habitualmente viven dos familias en cada casa porque los hijos crecen y traen sus parejas e
hijos a la casa materna, con vivencias que inexorablemente conducen al hacinamiento.
En los montes cercanos viven 10 o 12 familias.
La población total estimada, de niños y adultos, sería de 1800
a 2000 personas, o sea que es un paraje importante desde el punto de vista
poblacional, bastante abandonado no solo
por el intendente de Sauzalito, sino también en lo social y sanitario a
pesar de que es uno de los lugares críticos de las endemias de tuberculosis y mal de Chagas
El via crucis de
Rupercia
Esta nena, también indígena de la etnia wichi,
ingresó al hospital de J.J. Castelli en
la madrugada del día 2 de noviembre, aproximadamente 01.30. Permaneció en la Guardia.
Únicamente le administraron oxígeno. Como estaba embarazada ningún profesional
“la tocó”, según testimonios recogidos en el hospital por el Centro Mandela.
Al ingreso se la interrogó
hasta donde se pudo. Refirió su edad y que vivía con su marido de 17 años. Dijo
que no sabía el nombre de su pareja.
Esto probablemente esté vinculado con el miedo que tienen las
niñas/adolescentes indígenas embarazadas relacionadas con los apresamientos de
sus parejas. Sin embargo, el personal del hospital consideró “como que no
estaba consiente, en sí misma”. Rupercia estaba acompañada por un familiar que
dijo que era la sobrina y que tenía 20 años
A la joven wichi le hicieron
estudios de laboratorio. El resultado fue anemia grado 7. Ya se sabía en el
hospital que Rupercia cursaba desnutrición crónica, anemia y neumonía. Cuando
comía “se desesperaba por tragar”, según los testimonios recogidos.
La médica que estaba de
guardia, Dra.González, pidió a la pediatra
Soledad Villalba que evalúe a
Rupercia. Llegó aproximadamente a las 7 horas y diagnosticó dificultades
respiratorias en la paciente embarazada.
Luego realizaron interconsulta con el ginecólogo Benitez, quien confirmó la
dificultad respiratoria por lo que
la paciente fue trasladada al área de pediatría.
Le hicieron una placa radiográfica
que marcó que la joven indígena cursaba neumonía. La medicaron con
ampisulbactan hidrocortizona y “puff”, según pudo reflejar el historial médico.
Inmediatamente después decidieron derivar a Rupercia al hospital de Sáenz Peña
lo que se debió producir a las 9 horas. La derivación recién se concretó al
mediodía porque no había ambulancia disponible dado que todas estaban ocupadas en traslados de cortas y largas
distancias.
La ambulancia que trasladó a
Rupercia llegó al hospital de Sáenz
Peña. En la guardia resolvieron derivarla
al hospital Perrando. Eso se produjo aproximadamente a las 15 horas. Prácticamente
la “patearon” de Sáenz Peña, según un testimonio recogido por el Centro
Mandela.
La llegada al hospital Perrando
Rupercia ingresó al hospital Perrando aproximadamente
a las 23 horas del día 2 de noviembre. O sea que pasaron casi 22 horas desde
que habría ingresado al hospital de J.J. Castelli, ubicado a 290 km de
Resistencia. La pérdida de chances de Rupercia y de su bebé también encuentra
fundamento en el desorden y en la demora en asistirla eficazmente.
A poco de ingresar a
obstetricia crítica del Perrando correctamente se dispuso la realización de una
cesárea para intentar la vida del bebé. El equipo médico ya tenía formada la
idea del fallecimiento de la madre adolescente en virtud del estado crítico en
el que ingresó al hospital, de extrema gravedad, potenciado por la desnutrición
crónica, la anemia y neumonía que arrastraba Rupercia. En el Perrando
establecieron que la adolescente estaba enferma de mal de Chagas. Habrá que ver
los resultados de los restantes estudios que le realizaron.
El bebé nació vivo y murió a
la hora. Fue un caso prematuro e hidrofetal extremo. Más que un edema, los
médicos encontraron una “bola de agua”, sin chances de sobrevivencia, al igual
que su mamá.
En el nombre de…
Por los penosos y trágicos
acontecimientos vividos por las adolescentes wichi, esta nota va en nombre
de Rupercia y de Josefina, en un mundo plagado de injusticias,
inequidades y abandono, especialmente cuando se trata de quienes integran las
comunidades indígenas de El Impenetrable, particularmente las comunidades de
monte o parajes alejados.
Mientras tanto, se dictan
leyes, se proclama que se respetan las constituciones y los tratados
internacionales, se “debate” la problemática social y sanitaria de las
comunidades indígenas en numerosos congresos, foros, universidades, encuentros,
jornadas que se difunden por los medios de comunicación para continuar en
tantos espacios en los que supuestamente se discuten los avances en materia de
derechos consagrados por los pueblos originarios, además de escribirse ensayos,
libros y disertaciones. Es evidente que todas estas intervenciones pretendan
desconocer o ignoran las realidades. Apostaron a la inflación de leyes y normas
complementarias con finalidades que son difíciles de comprender, que
confrontados con la realidad del mundo indígena de El Impenetrable desnuda una
gama variada de indiferencias y cinismos.